"Cuando se puede elegir, es obligado acertar."
"When you can choose, you must be right."

Exposiciones – Historia

¿Alguna vez te has preguntado cómo es la vida de una chica que le gusta estudiar?

¡No te preocupes! Aquí estoy yo, Vanesa, para explicar cómo es.

Mi día siempre empieza despertándome muy pronto para estudiar. Esto es un hábito para mí, teniendo en cuenta que me gusta y así me ahorro regañinas. Me levanto a las seis de la mañana y mi instituto empieza a las ocho y media de la mañana. También me levanto pronto porque así voy con más tiempo.

El problema es que… Me gusta un chico popular. Sé que nunca se fijará en mí. Tiene tantas chicas detrás de él que seguro ya tiene novia. Cuando le he visto esta mañana, guau. ¡Qué guapo! Lo que más me gusta de los lunes es que me toca Biología con él así que cada día espero a que se siente al lado mío. Hoy pensaba que no se sentaría conmigo, ya estaba un poco esperándome el disgusto cuando…¡se sentó al lado mío! Mi corazón dió una vuelta de emoción al ver esto y para ser buena persona le saludé.

– ¡Hola Félix!

– Hey – Dijo él con su mirada fría de ojos castaños.

¡Qué feliz estaba! ¡Félix me ha saludado! Él después se empezó a preparar para la

clase mientras que varias chicas pasaban por nuestra mesa para verle.

Cuándo estábamos todos listos la profesora empezó a explicar, nos dijo qué tendríamos que hacer un proyecto en las parejas en las que estábamos sentados. Madre mía, ¡el mejor día de mi vida!

Me puse mi largo pelo castaño en una coleta baja y me giré hacia él.

– ¿Qué quieres hacer de proyecto?- dije.

– No sé, ¿qué tal una presentación sobre el amor? – respondió.

– Vale, voy a coger los ordenadores y empezamos con el proyecto, ¿vale?

– Me parece bien – dijo ni siquiera mirándome.

Yo a veces no sé ni de quién me enamoro, pero es que, su actitud y su aspecto me lo ponen difícil. Después, me fuí a por los ordenadores contenta, pero antes de volver a clase, pasé por el baño para arreglarme un poco y luego ya volví. Él estaba esperándome, mientras se tocaba su pelo negro. Debo añadir que me encanta su pelo, porque es muy esponjoso. Siempre he soñado con tocárselo pero había un problema, con su actitud fría y ligona iba a ser imposible. 

– Félix, ¿has pensado en algo que poner en la presentación? – le dije dándole un ordenador.

– Creo que deberíamos de poner cómo se siente una persona enamorada, ¿verdad Vanesa? – se dirigió a mí con una sonrisa burlona mientras cogía el ordenador de mis manos. 

En ese momento me sonrojo más que nunca y me quedo mirándolo fijamente 

asombrada, sonrojada y confusa, todo a la vez.

– V-vale, me parece bien. – pausé un poco –  Hagamos eso.

Él seguía con su sonrisa mientras abría el ordenador para hacer la presentación. Dejé de lado eso y continué haciendo la presentación.

Después de una hora de sus tonterías y frialdad a la vez, terminamos. 

– Félix, ¿me acompañas a dejar los ordenadores? – le dije mientras me estiraba.

– Vale – la frialdad en su tono me dió un escalofrío.

Lo seguí por los pasillos hasta que llegamos a la sala de informática, los dejamos y antes de que se fuese le pregunté algo.

– ¡Félix!

– ¿Qué pasa? – me dijo mirándome con una sonrisa, me sonrojé después.

– Me… ¿Me podrías dar tu número? – le dije mientras el corazón me iba a mil por hora.

– Vale, pero dame una razón por la que debería de hacerlo. – respondió sonriendo, otra vez.

– Pues… – me lo pensé antes de seguir – porque me pareces guapo y me gusta tu actitud. Bueno y que a lo mejor nos podríamos conocer mejor – dije intentando evitar el contacto visual con él.

– Vale – me lo volvió a decir con tal frialdad que me dió otro escalofrío.

Después de intercambiar los números, seguí con mi día más contenta y tranquila que de normal. 

Por fin de seis largas horas de instituto que me quedaban ya me pude ir a mi casa para estudiar, hacer deberes e intentar escribir a Félix.

Cuando llegué a mi casa, mi madre me notó rara pero decidió  no preguntar porque yo me fui corriendo a mi habitación y tirarme encima de mi cama con el móvil en las manos. “Sé que me va a responder, pero no sé cómo empezar una conversación” pensé mientras abría Whatsapp para escribirle. “Empezaré con un simple hola y que soy Vanesa”

 

Félix♡

¡Hola! Soy Vanesa la chica con 

la que vas a Biología.

Hey, ¿qué tal?

Bien, intentaré seguir el proyecto

en casa, ¿te parece bien?

Sí, teniendo en cuenta que tú sabes muy 

bien cómo se siente una persona enamorada.

 

Debo admitir que me sonrojé al leer eso. Dejé el móvil en mi mesa de noche y me senté en mi mesa para seguir con el proyecto.

Después de una hora de escribir sobre literalmente mí misma, terminé el proyecto. Me estiré un poco y fui a ver a mi madre para decirle algo, ya que cuando entré a casa no le dije nada. 

– Hola, mamá -dije abrazándola.

– Hola, Vanesa, ¿qué tal tu día? – respondió devolviéndome el abrazo.

– ¡Bien!

– ¿Y eso? – me soltó del abrazo y levantó una ceja.

– Pues bueno, ¿recuerdas al chico que te dije que me gustaba? – sonrió y asintió con la cabeza – Pues tengo su número y he hablado con él un rato – seguí mientras me sonrojaba.

– ¡Qué bien, cielo! Me alegro que estés contenta por eso, por cierto, ¿has hecho los deberes?

– ¡Ah! Sí, ahora los hago – respondí mientras corría hacía mi habitación.

Cuando llegué, me puse a hacerlos, algunos se me complicaban más y otros menos pero al final los hice todos. 

Al terminarlos, me estiré un poco y miré la hora en mi móvil, 19:15. Me pareció que los había terminado rápido, pero de repente, Félix me escribió.

Félix♡

Hola, ¿quieres quedar?

Espera que se lo pregunte a mi madre.

Madre. Mía. ¿Cómo es posible que yo, una persona que pasa desapercibido y que nadie le hace caso, le haya pedido quedar un chico popular? De verdad, no voy a parar de decir que hoy es el mejor día de mi vida, por eso, voy corriendo hacia mi madre.

– ¡Mamá, mamá! – dije muy emocionada.

– ¡¿Qué pasa?! – se sorprende, que es algo de esperar.

– ¡Félix me ha propuesto quedar! – anuncié dando saltitos de emoción.

– ¡Qué bien! Claro que puedes ir, pero tienes que volver antes de las diez de la noche, ¿de acuerdo? – me dijo emocionada y con un tono de seriedad.

– Pues obviamente, mamá. Me voy ya que sino llego tarde.

– Vale, Vanesa. Sé educada y da lo mejor de tí misma. Que te lo pases bien – me dedicó una sonrisa con amor y me fui a mi habitación a cambiarme para ir.

Félix♡

Voy para allá, ¿dónde es?

Es en el Mcdonalds de cerca

de tu casa.

¡Guau! ¿Enserio?

¿Viene alguien más?

No, solo tú y yo.

 

Jolín qué ganas de ir, es la primera vez que alguien me invitaba a quedar. Así que me vestí y me fui para allá.

Llegué y él estaba en la puerta esperándome.

– ¡Hola! – le saludo.

– Hey, ¿entramos? – me dijo mientras sonreía.

– ¡Vale!

Me abrió la puerta y me dejó entrar antes que él. Gracias a ese gesto, empezó la batalla contra mis emociones. Después de eso, pedimos lo que queríamos y nos sentamos en una mesa, uno delante del otro.

– Bueno, ¿qué tal va el proyecto? – me preguntó mientras esperábamos a la comida.

– Ah, bien, de hecho mejor de lo que esperaba. Creo que vamos bastante bien, ¿tú qué opinas? – le respondí.

– Lo veo bien, pero tengo una pequeña teoría sobre otro tema. 

– ¿De qué teoría hablas? – le dije un poco nerviosa.

– De que pienso que te gusto, Vanesa. – dijo sonriendo.

– ¿¡Q-qué dices?! – dije sonrojándome – En ningún momento he demostrado que me gustas- oh… – antes de que pudiese terminar, me dí cuenta de lo que dije. Me sonrojé aún más, pero no por él, sino por la vergüenza.

– Que graciosa eres, Vanesa, a mí también me gustas.

“Madre mía” pensé “¿de verdad esto es real?”

Ese rato de esperar a la comida se me hizo eterno, había un silencio incómodo, yo no sabía qué decir y por lo tanto él tampoco, ya que yo siempre empezaba las conversaciones. Después de esperar por lo que parecía una eternidad, llegó la comida y empezamos a comer. Creo que a él no le gustaba tanto ese silencio, porque empezó a hablar.

– Bueno… ¿Qué tal el instituto? 

– Bien… supongo – estaba tan nerviosa que no pude responder lo bien que quería, claro estaba todavía procesando lo que me acababa de decir.

 – Por qué supones, ¿algo está mal? – me dijo mirándome a los ojos.

– Bueno, más que mal, es confusión. – no quise decir nada más por si se me escapaba otra cosa.

– ¿Confusión? ¿He sido yo por lo de antes? – dijo al principio empático, luego con una sonrisa burlona, a mi me pilló por sorpresa y me atraganté con la comida.

– Espera, espera, espera. – tosí varias veces para desatragantarme, para luego volver a sonrojarme y hablar con normalidad. – Probablemente. No te lo puedo decir con seguridad, pero te puedo decir que es la gran mayoría.

– Bueno no pasa nada Vanesa, es normal que estes confusa y rara, pero de verdad que me gustas. – dijo con una sonrisa simpática.

– Pero… ¿de verdad no estás bromeando? – pregunté muy, pero que muy nerviosa.

– Eso lo sabrás al final de esta quedada, o cita, cómo lo quieras llamar… 

Jolines eso es lo que más quería saber yo ahora y va y me fastidia, vaya por dios.

Bueno y ya después de terminar la comida nos fuimos andando hacia mi casa, ya que él insistió en acompañarme. La verdad es que hacía mucho frío lo que hizo que temblara y parece que él lo notó, porque me dió su chaqueta y claro, yo me sonrojé. 

– Veo que tenías mucho frío, ¿eh? –  dice Félix mirándome.

– S-si, gracias, por cierto. – respondí con la cara roja y la nariz fría. Él me sonrió y seguimos caminando.

– Estás muy roja Vanesa, ¿seguro qué estás bien? – dijo después de unos pocos segundos.

– Claro que estoy bien, solo que bueno… ya sabes, como me has dado tu chaqueta pues… eso y que tenía mucho frío. – respondí sonrojada, mientras intentaba no mirarlo. 

– Vale, por cierto ya estamos aquí. – paró en seco delante de la puerta de mi chalet y me paró a mi también porque casi me caí. Él luego me agarró, casi abrazándome.

– ¿Qué haces? – le pregunté mirando para arriba, por que él era unos 15 cm más alto que yo y obviamente sonrojada.

– ¿Tú qué crees? – me dice mientras que como que me inmovilizó en una pared cercana. Me sonrojé. 

No puedo decir nada más, me dejó sorprendida, creo que en ese momento no me podía ni mover ni mirarlo a los ojos, solo pude mirar a los lados para ver mi situación. Tenía sus dos manos al lado agarrando las mías.

Él estaba tranquilo, como siempre pero tenía una sonrisa un poco rara. Cómo si estuviera a punto de hacer algo.

– ¿Qué te pas- – no me dejo terminar porque me besó en los labios, apasionadamente, mientras mis ojos seguían abiertos de par en par por culpa de su beso. Nunca me imaginé que mi primer beso sería con el chico que me gustaba.

 

Raquel Torrell

febrero 5, 2025

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