Consejos para evitar la crispación
Las situaciones que provocan que nuestro estado de ánimo se altere más de lo razonable podrían resumirse en las siguientes:
Cuando las cosas no salen como queremos
En el momento actual podemos pensar que esto es así, y en parte es cierto pero no en la totalidad. Si generalizamos, efectivamente las cosas no estarían saliendo según lo que deseamos. Pero si hacemos el esfuerzo de desglosar el concepto “cosas” y de racionalizar, nos daremos cuenta de que hay cosas que sí van bien.
Es posible que tengamos que cambiar lo que queremos por lo que podemos y darnos cuenta de que esta es la realidad a la que tenemos que atender.
Un aspecto importante de nuestro día a día ha cambiado, pero hay otros que se mantienen y que incluso puedo atender ahora más que antes. Hay que hacer ese ejercicio mental de centrarnos en aquello que conservamos y que incluso podemos mejorar.
No debemos dedicar toda nuestra atención a lo que no está saliendo bien. Es posible que tengamos que cambiar lo que queremos por lo que podemos y darnos cuenta de que esta es la realidad a la que tenemos que atender.
Cuando no tenemos control sobre las situaciones
La sensación de falta de control, sobre todo en aquellas personas más perfeccionistas, siempre causa cierta desestabilización. En ocasiones ocurre porque nos atribuimos la responsabilidad de un control que no nos corresponde. No puedo tener control de aquello que no conozco o no domino pero sí puedo tenerlo de mi parcela particular, algo que hoy por hoy es básico y fundamental.
Voy a dedicar mi esfuerzo al control de mi “pequeño país”, es decir, de mi casa, mi trabajo, mi familia en el día a día.
Y voy a pensar que ese trabajo es la mejor aportación que puedo hacer. Algunos consejos para evitar la crispación son no olvidarnos de los profesionales de los distintos ámbitos que están en primera línea, y algunos lo seréis, se están ocupando y saben lo que hacen. Y sobre todo ¿antes tenía el control de todas las situaciones que me afectaban?. La respuesta es no. Es imposible el control de todas las variables que rodean a nuestra existencia.
Cuando los demás no actúan como esperamos
Es muy probable que puedan surgir los conflictos porque la familia no responde al planning de respuestas que nos hemos formado en la cabeza pero es que “el otro”, no es mejor ni peor, solo es “otro”.
Es momento de consensos con nuestra pareja, con los hijos. Ellos también están viviendo una situación diferente, también se están adaptando y es posible que nuestras prioridades no coincidan con las suyas. Vamos a negociar, a pactar y sobre todo a relativizar. Pensemos que lo que era muy importante hace un mes a lo mejor ya no es tanto ahora. No pasa nada por cambiar algunas normas durante el confinamiento: situación nueva, normas nuevas.
Cuando no cubrimos nuestras necesidades
Puede surgir la sensación de tener necesidades básicas no cubiertas. Pueden ser de relación social, de necesidad de salir al aire libre, de privacidad y soledad incluso. En este caso es recomendable primero dialogar con nosotros mismos para confirmar si hablamos de necesidades o de apetencias.
Realmente nada me impide la relación social, es más, debo mantenerla más allá del ámbito familiar.
Si llegamos a la conclusión de que realmente lo que me falta por cubrir es algo que me apetece mucho, porque forma parte de mis rutinas de vida, no es necesario ponerlo a un lado. Puedo intentar “tunear” la actividad perdida y darle otra forma. Realmente nada me impide la relación social, es más, debo mantenerla más allá del ámbito familiar. Puedo salir a una terraza o asomarme a una ventana para sentir la brisa o el sol en la cara, puedo encerrarme en mi habitación si deseo soledad.
Cuando no expresamos o no reconocemos la emoción
Saquemos un momento al día para tener un diálogo interno donde podamos poner nombre a lo que sentimos. No nos sentimos mal o bien, nos sentimos tristes, alegres, melancólicos, enérgicos… Para entender mi emoción primero tengo que reconocerla.
Podemos compartir nuestra emoción utilizando los mensajes en primera persona, es decir, “yo me siento agobiada al ver la habitación desordenada porque necesito ver la casa en condiciones para sentirme tranquila, ¿podrías recoger un poco mientras yo…?”. Es una forma óptima de expresar nuestra necesidad sin que el otro se sienta atacado, no te estoy llamando desordenado, no te estoy culpando de mi nerviosismo, sino que paso de acusar al otro, el cual seguramente se defienda, a utilizarlo como colaborador necesario para la mejora de mi estado de ánimo.
Cuando reconozco mi posición como injusta
Quizá estemos soportando un peso dentro de la familia que nos supera. Determinadas personas tienden a cargarse sobre la espalda la responsabilidad de que todo vaya bien en casa, la familia esté feliz, todos cumplan con sus obligaciones, todos estén felices y atendidos… Este tipo de personas suelen olvidarse de que, si bien son perfiles facilitadores para el resto, se imponen una carga extra que puede provocar niveles de agotamiento y estrés importantes.
Consejos para evitar la crispación
Evidentemente no podemos con todo. Pactemos con nuestra pareja, si es el caso, momentos de aislamiento individual donde la otra parte se haga cargo de los hijos y podamos relajarnos y soltar lastre.
Con la colaboración de todos y entendiendo el porqué de nuestro estado de ánimo conseguiremos organizarnos. Es la manera de sobrellevar las situaciones de una forma adecuada (o lo mejor posible) para que esos momentos de crispación (tan inevitable a veces) sean los menos posibles.
Ana, Eva y Laura
Colegio Alkor