Desde el inicio de la crisis que nos está tocando vivir estamos aconsejando mantener una serie de rutinas, pautas y actitudes facilitadoras para mantener nuestro equilibrio. Son aspectos muy importantes de cara a mantener un nivel óptimo en los aspectos físicos y en los aspectos emocionales.
¿Por qué nos caemos? Para que podamos aprender a recuperarnos.-Batman
- En el plano físico se resalta la necesidad de mantener rutinas horarias adecuadas lo más coincidentes posibles con nuestra vida cotidiana, asearnos y vestirnos adecuadamente, realizar ejercicios gimnásticos diarios.
- En el plano de los quehaceres cotidianos se impone el teletrabajo en algunos casos, en otros conciliar el trabajo presencial con el control de los hijos para que se conecten a su clase on line, el cuidado de la casa, comidas limpieza, compra…
- En el plano emocional se recomienda no centrar la atención en un solo foco. Este suele ser el de las noticias negativas, vencer la incertidumbre con datos evidentes y fiables, realizar actividades que nos resulten placenteras y nos permitan evadirnos (cine, lectura, arte…).
¿Pero qué pasa si un día no puedo? ¿Qué ocurre si me invade la tristeza, o la desgana o la apatía? Respuesta: NADA. Los seres humanos, en toda nuestra complejidad de pensamiento, emoción, sentimiento y expresión incluimos también este tipo de reacciones.
Todo lo que no se atiende…
La tristeza es una de nuestras emociones primarias, tenemos que sentirla, no podemos ignorarla, taparla, no atenderla, no tiene sentido. No es agradable, a nadie le gusta sentirse mal pero si quiero dejar de sentirme mal lo primero que debo hacer es reconocer que tengo ese sentimiento, entenderlo, dejarlo fluir y a partir de ahí dar los pasos para mejorar mi situación. ¿Afrontaríamos un dolor de muelas ignorándolo?
Siempre y cuando no se extienda en el tiempo y no se convierta en una respuesta a los problemas o en un modo de vida, nos podemos permitir, sin sentirnos culpables encontrarnos un día hartos, desesperanzados, agobiados, tristes. ¿Y entonces qué hago? Pues si tengo que llorar lloro, si me apetece soledad y ensimismamiento me lo permito, si necesito quejarme y que se me escuche, lo intento propiciar.
Cuidado con la superexigencia
Tenemos que tener mucho cuidado con nuestro nivel de exigencia. Si para evitar la ansiedad nos hiperactivamos y aumentamos nuestra necesidad de control sobre la casa, los niños, el trabajo, la limpieza…. nos situamos en una posición de peligro real de caer en el efecto contrario. Es decir, aumentar nuestro nivel de ansiedad porque estamos multiplicando las oportunidades de fallo. Si en esta circunstancia elevo mi nivel de autoexigencia a 10, estoy creando nueve posibilidades de fallar. Claramente no es razonable. ¡¡¡90% de probabilidad de sentirme mal!!! ¿Quién soporta eso?
En una época de cambios no podemos permanecer estáticos; cambiemos, subamos, bajemos, fluyamos, en fin, vivamos nuestro sentimiento sin miedo y sin culpa.
A ver, realmente ¿qué pasa si un día comemos comida basura? ¿O si un día abrimos la mano y permitimos un poco de desorden? ¿Ocurre algo si un día bajamos nuestro nivel de exigencia a 5, o incluso a 3? Pues lo que va a ocurrir es que nos daremos cuenta de que la vida continua, que lo que no hemos hecho hoy lo podemos hacer otro día o quizá nunca, a lo mejor no era tan necesario…
En una época de cambios no podemos permanecer estáticos; cambiemos, subamos, bajemos, fluyamos, en fin, vivamos nuestro sentimiento sin miedo y sin culpa.
Vamos a permitirnos flaquear, no ser perfectos, caernos en algún momento, expresar nuestro sentimiento, vamos a permitirnos no poder con todo, en fin, vamos a permitirnos ser personas y no superhéroes.
Ana, Eva y Laura
Departamento de Orientación
Colegio Alkor