Ocho invidentes pertenecientes a la Organización Nacional de Ciegos de España acudieron al colegio Alkor para disputar una mañana de ajedrez con los alumnos que participan en esta actividad.
Un encuentro que sirvió para que nuestros alumnos vivieran otra realidad, la de los ciegos, y observaran cómo no hay obstáculos cuando existe afán de superación.
Antonio Casado, uno de los jugadores que acudió al encuentro, compartió con nosotros sus vivencias con el ajedrez siendo ciego.
Antonio Casado perdió la vista a los 12 años. Jugador de ajedrez desde los 9 años, ya invidente ganó el campeonato del internado al que le enviaron para aprender a manejarse como ciego. Eso fue el estímulo que Antonio Casado necesitaba para abrirse a los demás y para tomarse con mayor interés este juego.
Antonio es uno de los ocho jugadores de ajedrez del equipo de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) que acudieron el pasado 11 de junio a nuestro colegio para jugar con un grupo de alumnos del equipo de ajedrez colegio Alkor.
¿Cómo se introdujo en esta disciplina?
Empecé a tener contacto con el ajedrez con nueve años gracias a mi padre, aficionado a este juego. Él me hizo un tablero con unas cartulinas negras y blancas, pegando los cuadros. En ese momento aún veía, aunque estaba en la transición de quedarme ciego. Lo justo para comerme el tablero.
¿Qué le aportó el ajedrez como invidente?
Muchísimo. Acabo de cumplir 65 años y estoy muy preocupado por el ajedrez desde el punto de vista pedagógico. Ahora que reflexiono sobre mis primeros años ciego, veo que me aportó una gran posibilidad de abrirme a los demás. Yo vivía en Madrid, me enviaron a un internado a Valencia y me encontré muy solo, con otros niños de mi edad con mis mismas dificultades. Me apunté al campeonato de ajedrez del colegio y lo gané. Aquello fue un estímulo brutal desde el punto de vista emocional, porque me sentí importante dentro del colegio. Éramos pocos alumnos, unos 60, y el que llegara uno nuevo y ganara, sorprendió a todos. Eso me ayudó a relacionarme con los compañeros, a tomar los estudios con mayor interés, y jugar con más ahínco.
¿Le ayuda el ajedrez en el día a día?
Los invidentes tenemos dos hándicaps: las relaciones humanas, porque si no se nos acercan, nos cuesta entablar conversación; y el tema espacial, que o bien se aprende físicamente moviéndote, o bien se aprende en un tablero de ajedrez.
Por eso mi misión ahora es asesorar a los responsables de la ONCE para que hagan hincapié en la enseñanza del ajedrez como método de aprendizaje para los niños ciegos.