La capacidad de mentir aparece aproximadamente a los 2 años pero es a los 4 años cuando su uso se generaliza como primera estrategia para librarnos de las consecuencias de una acción. Desde el Dpto. de Orientación os ofrecemos pautas para saber cómo actuar ante la mentira.
A lo largo de la vida la mentira dibuja una forma de U invertida ya que se inician en la infancia, alcanzan su punto más alto en la adolescencia y disminuyen en la edad adulta.
Mentir aparentemente puede parecer algo sencillo, sin embargo requiere de una habilidad cognitiva importante. Para mentir es necesario que el niño sea capaz de entender que otras personas pueden tener creencias y conocimientos diferentes y que se pueden tener creencias falsas. Además, tienen que poner en juego sus habilidades de inhibición para poder mantener la mentira en el tiempo y que no se les “escape” la verdad.
Estudios científicos han demostrado que los niños que presentaban fortaleza en las funciones ejecutivas de inhibición y memoria tenían mayor propensión a usar la mentira como estrategia. También se constata que aquellos que tienen hermanos pequeños desarrollan mejor esta habilidad ya que normalizan la tendencia a hacer trampas por la facilidad que supone “engañar” a un hermano menos desarrollado cognitivamente atendiendo a su menor edad.
Estudios científicos han demostrado que los niños que presentaban fortaleza en las funciones ejecutivas de inhibición y memoria tenían mayor propensión a usar la mentira como estrategia.
Mentir en la adolescencia
En la adolescencia la propensión a la mentira, tanto por comisión (falsedad intencionada) como por omisión (ocultar información), suele aumentar.
La necesidad creciente de autonomía y libertad en esta etapa puede dar una explicación razonable. Se trata de un momento evolutivo donde la necesidad de explorar, de hacer lo que está prohibido y de decidir libremente aflora chocando frontalmente con la obligación de acogerse a unas normas que se les imponen desde los ámbitos familiares y escolares.
El problema importante que surge con las mentiras es el hecho constatable de que suelen funcionar. Cuando una conducta, estrategia, recurso, etc… funciona tendemos a reproducirlo cada vez con mayor frecuencia ya que sus consecuencias, a corto plazo, son positivas.
Si uso la mentira como procedimiento de evitación de situaciones desagradables o no deseadas y tengo éxito, es decir, consigo escapar de la consecuencia o situación adversa, repetiré esa conducta en el futuro y la iré sofisticando y perfeccionando.
Cuando una conducta, estrategia, recurso, etc… funciona tendemos a reproducirlo cada vez con mayor frecuencia ya que sus consecuencias, a corto plazo, son positivas.
Estrategias que te ayudarán a evitar las mentiras
Por lo tanto, las estrategias para afrontar la mentira con nuestros hijos deben suponer necesariamente:
- Si necesidad de dramatizar ni realizar juicios sumarísimos debemos hacer ver a nuestro hijo/a que eso que nos está contando no es verdad. Deben saber que la mentira nos disgusta más que el hecho en sí. Esto debe realizarse en un clima de confianza y tranquilidad. Si ante una mentira reaccionamos con un enfado desmesurado lo único que provocaremos será una mentira aún mayor para escapar de la situación.
- Mostrar ventajas de la honestidad. Usar la máxima “Falta confesada medio perdonada” puede ser útil. Más que hacer notar lo inadecuado de mentir, debemos hacer notar las ventajas de decir la verdad: el castigo se puede atenuar, podemos comprenderlos, aumenta la confianza, afrontan y evitan el miedo a ser descubiertos…
- No aceptar la pequeña mentira dado que es el inicio de la instauración del hábito. Cuando pasamos por alto una mentira estamos provocando que surjan más.
- Mostrar que volveremos a confiar, porque en una familia debemos confiar los unos en los otros. Si vuelve a mentir, repetimos la secuencia. No podemos evitar que un adolescente decida mentir, pero sí podemos tratar la mentira como algo que debe detenerse.
Las 10 mentiras más comunes entre los adolescentes
- «Ya lo hice».
- «Yo no lo hice».
- «Lo haré después».
- «No lo sabía».
- «Me olvidé».
- «No pensé que te importaría».
- «No sabía que eso era lo que querías decir».
- «No pensé que hablaras en serio».
- «No fue mi culpa«.
- «Fue un accidente».